De cómo conocí al Profesor Frodo.

Narro el primer encuentro, y comienza aquí una serie de narraciones que son producto de las charlas y tertulias entre Aaron Resh (yo) y el Profesor Frodo, célebre personaje de la Comarca de los Cerros y el Mar.

Debo decir, para comenzar, que conocer al Prof. Frodo fue una de las experiencias más extravagantes que he vivido en mi corta vida.
Caminaba solo por la playa de la hermosa Piriápolis, con el mar a mi izquierda y detrás de él el sol se escondía amarillo como nunca, pintando de oro cada pequeña onda del azul del mar.
No sé de dónde salió, pero noté que caminaba junto a mí un hombre alto y hermoso, con una sonrisa dibujada bajo una mirada profunda y serena. Yo lo miré, y me detuve.
-  Hola, Aaron. Mi nombre es Frodo, Profesor Frodo.
El nombre me era familiar, de los libros de Tolkien, Frodo Bolsón. Me sonreí. Ni siquiera noté en ese momento que él, misteriosamente, sabía cómo me llamaba yo.
-  ¿Te da gracia mi nombre? Preguntó ladeando la cabeza.
-  No me da gracia, me es conocido el nombre. Y me gusta. Significa…
-  Significa muchas cosas. Pero no es de mi nombre que quiero hablarte, perdona mi impaciencia. Sé que sos un escritor, y no sólo eso, sé que escribís muy bien. Suena lindo lo que escribís. Sabés decir cosas con palabras escritas.
-  No sé… yo simplemente escribo. – Le dije.
-  He leído algunas cosas de las que escribes. Son impresionantes. Tienes un manejo imponente de la palabra escrita. Puedes ser un escritor de Derecho, de Historia, un poeta, un romántico, un amigo… escribes y registras los momentos importantes de tu alma.
-  ¿Pero cómo supo…?
-  Siempre, estimado amigo, siempre hay alguien como yo, que se toma el tiempo de mirar con los ojos abiertos, que se dedica a escuchar y a leer lo que hacen otros. Y he visto lo que haces. Quiero pedir tu ayuda.
-  ¿Y cómo puedo ser yo de ayuda?
-  Yo no puedo escribir. Simplemente no puedo hacerlo.
-  ¿Y por qué no puede? ¿Ya lo ha intentado?
-  No me trates de usted, por favor…
-  Disculpe… em… disculpa, es la costumbre.
-  Tantas, pero tantas costumbres tiene la humanidad… tantas son que, como los personajes del cuento de Cortázar, poco a poco empiezan a no pensar, y creen que de verdad se puede vivir sin pensar.
Me quedé en silencio. Por fin, luego de no recuerdo cuánto tiempo, estaba pensando.
-  Yo puedo ayudarte con eso. Y necesito algo a cambio.
-  ¿De qué se trata?
-  Quiero que escribas mis memorias. Quiero que narres mis relatos con tus palabras. Quiero que me acompañes en mis divagaciones, me escuches, seas mi confidente. Quiero que escribas lo que te cuento. Y quiero que lo publiques.
-  Eso… puedo hacerlo.
-  ¿Es un trato?
-  Es un trato.

Estrechó mi mano con una extraña mezcla de ternura con respeto. Me miró a los ojos, bajó la cabeza, se dio vuelta y subió la escalera de la Rambla cantando bajito…

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ciclo Divino

Poesía

Reconciliación