El ser humano en la educación


No es novedad que la vida de todo ser humano está íntimamente relacionada con la manera particular que tiene cada uno de ver el mundo. La contemplación de la realidad, parte desde un eje motor, que se va creando y recreando con el paso del tiempo: el yo particular de cada ser.

Conocer el yo particular de uno, parece ser la clave para conocer el yo particular de los otros. Luego, conocer el yo particular de los otros parece ser la clave para conocer el yo particular de uno, incluso de uno mismo.

Ese yo está compuesto por un sistema de estructuras conceptuales y emocionales en íntima relación, tal que cuanto más se aproximan a lo que se puede entender como un centro o eje, cuanto más íntimas son esas estructuras, más profunda y extensa es su influencia sobre otras que dependen de estas. Tanto es así que para lograr cambios en las estructuras más profundas del pensamiento, se requiere más introspección y extrospección.

Desde el comienzo de mi carrera he estado poniendo empeño en las aulas para que la planificación y la reflexión atiendan a cada caso particular y, en el plano de la práctica, desarrollar cautela y tino en el plano de las relaciones, a fin de enriquecerlas. Parto de un supuesto simple: educar(me) en humanidad.

Afortunadamente, hay muchos especialistas y no tanto escribiendo y hablando sobre esto. Y la evolución natural de las leyes de nuestro país, demuestra un sistema que está madurando, que está logrando reflejar las voluntades populares y lentamente, está aceptando su propia diversidad interna.

José Luis Rebelatto, dice lo siguiente: “Nos proponemos pensar y actuar en redes dialógicas; es decir, en formas de organizaciones más complejas, que se retroalimentan, que desarrollan vínculos afectivos que fortalecen las identidades”[1], planteando así un paradigma que conlleva una visión holística de la vida. Se trata de un todo integrado, con interdependencia entre los fenómenos, inserto en los procesos de la naturaleza, desde una visión ecológica del mundo. Los sujetos no forman parte de una organización sistémica jerárquica, sino que participan en la creación de redes. En este paradigma la vida se aprehende en términos de tensión entre estabilidad, contingencia y transformación (Rebellato, 1998,32), en consecuencia, el paradigma de la complejidad es al mismo tiempo un paradigma de la diversidad y de la multiplicidad.

Gabriela Dicker[2] plantea que existe una tríada en permanente tensión: la política, entendida como voluntad de dirigir el cambio social; la educación, entendida como posible motor de éste; y el cambio social mismo.

Hablar de educación, de política o de cambio social es hablar de procesos socio-culturales. Procesos que tienen un devenir histórico, pero a su vez un estado de complejidad actual que los define y los orienta; procesos que dependen del lenguaje y sus construcciones; procesos en los cuales intervienen factores biológicos, físicos y químicos de los seres humanos y el entorno donde se desenvuelven; procesos donde interactúa la psique específica de cada individuo con los demás; complejos procesos donde la ley, la religión, las creencias, las ideologías y demás convergen. Procesos donde hay ficción, creación, copia y reproducción, síntesis, homologación, significación, ambiguación. Procesos donde líderes, iluminados, patriotas, inquisidores, conversos, gremialistas, políticos y otros miles intentan influir. Tratando de sintetizar lo inabarcable: son procesos multicausales, plurisignificativos, con una trabazón tal que resultan imposibles de comprender desde una sola perspectiva o disciplina del saber humano.

Incluso desde un abordaje trans, inter, o multidisciplinar, los procesos sociales suponen la interacción e imbricación de un sinnúmero de factores, ante los cuales no estamos seguros de tener las disciplinas suficientes para su comprensión. Y ahí es donde aparece la opción política de cada uno: Puesto que no es humanamente posible abarcarlo todo, tenemos que optar, sin saber, o aun a sabiendas de que estamos frente a una complejidad que está más allá de las vivencias de un solo ser humano. No es posible estudiar todo lo que se refiere a ninguno de los fenómenos humanos para una persona, por genialidad que posea.

Y aun así, con este panorama tan vasto que a veces resulta desalentador, continuamos la tarea de construir un mañana siguiendo nuestros ideales.

Hace algún tiempo, asistí a una conferencia de Graciela Frigerio en Montevideo, en el marco de la Educación para la Participación y Escucha. Al final de su ponencia, en la ronda de preguntas, le planteé algo como lo siguiente: que antes creía en el mito del granito de arena, porque nos decían que si poníamos cada uno nuestra parte, construiríamos un mundo mejor; sin embargo, que yo veía que cada vez éramos menos en el puñado, que los granitos de arena eran cada vez menos abundantes y que los cambios se estaban tardando más de la cuenta. 

Entonces pude entender por qué esa mujer estaba allí donde estaba y el sentido de su presencia en mi vida. Me respondió que hay al menos cuatro razones para ser optimista. Graciela Frigerio me mostró lo que para mí era invisible en ese momento.

La primera, una cita de Pierre Bourdieu: “La situación en la que vivimos hoy es la obra de unos hombres haciendo ciertas políticas. Lo que hace falta son otros hombres, haciendo otras políticas”[3]. Esta cita se encuentra al final de una investigación sobre la miseria del mundo. Tuve luego la oportunidad de leer el libro y me tomé el desafío de Bourdieu como un planteo personal. Decidí entonces ser otro hombre, haciendo otras políticas.

La segunda, una cita: “El edificio de la humanidad se derrumba. Los pedazos se esparcen por el suelo. Y en medio de los escombros, el hombre recién nacido”. Analizando este enunciado recobré el ánimo y la esperanza en nuestros gurises. La esperanza en el futuro de la humanidad. La esperanza en la educación.

La tercera, otra cita: “alcanza un solo maestro en toda la currícula escolar para salvarnos del mundo y de nosotros mismos”. Y resulta que Graciela estaba siendo esa maestra en ese preciso instante para mí. Decidí luego ser esa clase de maestro para mis alumnos.

La cuarta y más impactante, me señaló con la mano extendida y me dijo: La más importante razón para ser optimista eres tú mismo. Una eminencia me señaló y me dijo que yo era una razón para ser optimista. Para mí el mundo, a partir de ese momento cambió completamente. Decidí hacer lo mismo con mis estudiantes, colegas, amigos, familia. Mi vida dio un giro completo y me encuentro ahora viviendo en otra realidad, donde caminar hacia la utopía tiene un sentido pleno dentro y fuera de las aulas.

Hasta hoy no he dejado de agregar razones para ser optimista en la tarea educativa. Los gurises, su inocencia, sus talentos, sus sueños… Los colegas profesores, su empeño, su esfuerzo, su amor incondicional a la educación… Mi familia, mi vida toda.

Yo soy un ser humano en la educación. Conociéndome a mí mismo, como enseñaba Sócrates, estoy conociendo a quienes me rodean. Intento ser por mí y por ellos lo que deseo que ellos sean, por ellos mismos y por mí también. Porque entiendo que entre mis alumnos y yo, entre los demás docentes y yo, entre las autoridades y yo, no existen diferencias, salvo las que son meramente organizativas, o bien, las que se desprenden de las experiencias y elecciones personales de cada uno.

Cada individuo es creador de su realidad. Esa realidad puede ser condicionante, pero en ningún caso determinante, como planteó Paulo Freire a lo largo de su obra. Por tanto siempre existe la posibilidad del cambio, de la esperanza. Siempre existe la posibilidad de lograr la utopía. Hasta no probar, nunca lo sabremos. Así que mientras sea posible, hay que intentarlo.

De esa manera, enseño. Enseño en el sentido de mostrar. Mostrar como Graciela Frigerio me mostró lo invisible. Mostrar que existen otras formas de ser y estar en el mundo. Mostrar que se puede ser feliz y hacer lo que a uno le gusta, cobrar por ello, transformar el espacio en el que nos movemos, logrando la armonía con todo lo que nos rodea.




[1] Rebellato, José Luis. “La globalización y su impacto educativo-cultural. El nuevo horizonte posible”, en Revista de la Multiversidad Franciscana de América Latina, N° 8, Montevideo, p. 38, 1998.
[2]Graciela Frigerio, Gabriela Dicker y autores varios “Educar: ese acto político”, Buenos Aires, Del Estante , 2005, págs. 127-128.
[3] Pierre Bourdieu (director), La Miseria del Mundo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,1999.

Comentarios

  1. Es evidente que cada vez hay más humanos preocupados por una educación más humana, una educación que pretenda ser un acompañante en el proceso de destrucción de obstáculos que no permiten ser y en el camino de construcción del propio. Celebro y, luchando por romper el obstáculo del tiempo, espero aportar a este proceso. Saludos, Seba. Un abrazo.

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  2. Qué gusto leer tus palabras, Sergio. Espero nos encontremos pronto para trabajar en conjunto, porque sé sin lugar a dudas que cada uno de nosotros desde nuestros lugares y entornos, estamos construyendo en la misma línea.

    Un afectuoso saludo!

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