Una cita en su contexto
El artista vino a casa porque necesitaba hablar. Me dijo que estaba liado con el arlequín por una cuestión de arte. Porque el artista no considera del todo como arte lo que hace el arlequín, y el arlequín a su vez no deja de hacer lo que él considera arte. Me dijo muchas cosas. Le aconsejé que hablara con su amigo, que también es amigo mío, porque la gente adulta hablando se entiende.
Luego, estando en la playa, el arlequín me dijo algunas otras cosas sobre el artista, básicamente lo mismo, pero del otro lado. Me dijo muchas cosas. Le aconsejé que hablara con su amigo, que también es amigo mío, porque la gente adulta hablando se entiende.
Entonces, estando el artista sentado sobre las rocas, llegamos allí con el arlequín en una hermosa tarde de calor. El hermano del artista estaba allí. Artista también.
Los acompañaba un hombre silente que llamaron el pescador.
Yo fui al agua. No podía soportar más el calor. Mientras yo me bañaba, el arlequín le dijo al artista que yo le había dicho que él me había dicho una cuestión sobre ellos y su discrepancia.
Cuando salí del agua, el arlequín fue a bañarse. El artista, con severidad, me preguntó si yo le había dicho al arlequín que él había dicho lo que me dijo. Le respondí que sí. Le pedí disculpas si había hecho algo ofensivo, y le expliqué que me parecía lo mejor que hablaran entre sí.
El artista no dijo más. Se levantó, se dio un baño en el agua sublimemente agradable, mientras se ponía su bermuda de jean sobre el short de baño aún mojado, hizo un comentario sobre lo linda que estaba el agua, y luego se fue. Cruzó la calle. Estuvo con su mujer. Regresó mucho más calmado, compartió la marihuana con la ronda y charlaron sobre asuntos superficiales.
El artista se quedó en las rocas, con el pescador. Cuando me despedí de él, iba llevándole el libro que estaba boca abajo y otras cosas a las cuales no les presté atención. El arlequín, el hermano del artista (artista también) y yo nos fuimos al auto.
Cuando salíamos, el hermano del artista, artista también, cruzó la calle para arrojar las botellas de refresco al contenedor de basura. Entonces salió la mujer del artista y le dijo:
- Como dice el Quijote “Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera…” - y continuó recitando.
Luego comenzó a proferir gritos hacia el auto, en el que aguardábamos el arlequín y yo.
- ¡Esos que están ahí! - Dijo en un volumen de voz audible desde 100 metros - ¡No sirven para nada! ¡Los maldigo!
Continuó gritando. El arlequín se preocupó, intentó dialogar con ella. Ella se metió a la casa y apareció por la puerta ventana del segundo piso, gritando cosas ininteligibles mientras su dedo, su mano y su brazo rígidos apuntaban hacia el arlequín.
- ¿Qué te hice? - Le preguntó el arlequín. Ella continuó gritando y se perdió de la vista.
Un muchacho apareció desde la izquierda. El arlequín le preguntó qué le había hecho a ella. No respondió y se desapareció. Mientras tanto, el hermano del artista (artista también) entraba en el auto.
Al momento ella volvió a aparecer, gritando nuevamente. Esta vez explicó:
- Lo que le hagas al artista me lo hacés a mí también.
Fue lo único que pude entender, aparte de que me explicaron que también hubo maldiciones para mí. Dije:
- Y bueno.
El hermano del artista (artista también) rió. El arlequín no. Seguía intentando razonar con ella. Ella sólo gritaba cosas inentendibles antes de desaparecer tras el movimiento de la cortina.
Arrancó el auto. El arlequín decidió llamar al artista. Le pedí que no lo hiciera ahora, que esperara a calmarse. No me escuchó. El hermano del artista le dijo lo mismo, que no siguiera trasmitiendo esa sensación. No lo escuchó.
- Le voy a pedir que la calme. - Le dijo.
Se puso el teléfono en el oído derecho y esperó a que lo atendieran. No lo atendieron. El auto dio vuelta, pasamos por enfrente de la casa nuevamente. Todos miramos hacia allí.
Doscientos metros hacia el centro de la ciudad, el celular sonó. El arlequín atendió. Curiosamente era ella, porque el celular estaba en la casa. El arlequín intentó preguntarle una vez más qué sucedía. Ella le dijo algo.
- No era contigo que quería hablar, era con el artista. - Dijo el arlequín. La conversación terminó.
La conversación versó sobre el asunto.
- Creo tener una leve idea de lo que pasa - dije -; cuando salí del agua, que tú te estabas bañando, el arlequín me dijo que tú le dijiste que yo te había dicho que él me dijo... - Y por ahí siguió la cosa hasta que llegamos a mi casa.
- Muy buena la tarde, excepto por el final…- comenté mientras me bajaba.
- Cosas que pasan - creo que dijo el hermano del artista (artista también).
- …Como toda película tiene un final - proseguí - esta tuvo un final intenso.
Me despedí con un toquecito en el capó, sabiendo que ese no era el final de la película.
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