Antes de la hora del TÉ



Y despacito nos vamos sumiendo

en la verdad codiciosa del estar sin querer

del querer sin estar.



Porque de esa manera es como

con voces entreveradas que de alguna manera son

una voz de nosotros mismos pero no

son voces de otros y son voces del yo.



El yo que es él. Porque él es Él

con mayúscula, como el artículo del Yo.

El artículo de cualquier sustantivo

cuando es la primera letra, cuando es la primera letra del nombre

cuando es el inicio de algo nuevo.



El artículo insignificante se convierte en el destacado.
El ignorado se transforma en el inicio de algo inesperado...
se transforma en el inicio de algo.






Como este poema.





Y retornando al Yo de la cuarta estrofa hacia arriba,
considerando que esta es el 0, continuemos con el Él.



A Él lo han llamado de muchas maneras
pero Él nunca ha dicho cómo se llama.
Por ahí dicen que no se llama
con la misma certeza que afirman
que ha admitido llamarse de tal o cual manera.



Así que Él tiene muchos nombres
y a la vez no tiene ninguno.
Fíjese que es como una adivinanza...



¿Quién es Él?
¿Hemos de llamarlo ÉL?
¿Le sacamos el tilde, escribiendo EL?
¿EL o HIM? Porque puede ser en otro idioma...
No nos pongamos dramáticos.
Fue mera casualidad.


No se me asuste, buen lector.

Y ya no lo entretengo mucho más.

Déjeme despedirme con un caluroso saludo

a Usted. Déjame saludarte a ti con el afecto sano y puro

de uno, como yo, que no te conoce.



Es hora del TÉ.

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