Presente pluscuamperfecto
El alma del hombre continúa un misterio
y las llamas del mundo son como luces apretadas
en el desorden del hormiguero.
Cables conectan las casas de los habitantes de la tierra.
En algunos lugares son como antes
y plantan el fruto con sus propias manos
y las comadres empolleradas
avisan a los críos que está la comida.
Entre las cintas de asfalto se elevan cajas
de hombres y mujeres y niños y mascotas
todos con servicios privados de salud.
Los cementerios se hinchan de huesos
y las discotecas ensordecen hasta el amanecer.
Cantan las cuerdas de un piano eléctrico
y entona alto la voz de un niño:
es la cimiente del arte al oído.
Mientras todavía queda el relinchar dolorido
del potro herido por la punta de la espuela.
Cicatriza el desierto cráteres de bomba,
corren médicos del mundo tras los heridos
pero la tragedia tiene poco espacio
entre tanta novedad que abarrota
los medios en hd.
¡Qué suerte nacer en este tiempo!
Tiempo en el que la esperanza es lo mismo que el miedo.
Donde los pobres pueden ser ricos
y los ricos pueden ser.
Qué feliz el hecho de vivir pensando
en el tirón de oreja de la maestra preescolar
en la legalización del deseo y la prohibición de la represión,
mientras los liceos son guarderías
y las cárceles, conservatorios.
Las madres del mundo son tan distintas
que ningún hijo tiene aquél parecido
que las madrinas pellizcaban con los dedos en los cachetes.
Y nos queda
un tiempo presente pluscuamperfecto
que nunca se detiene
y que a cada momento es pasado constante
en la memoria del olvido.
y las llamas del mundo son como luces apretadas
en el desorden del hormiguero.
Cables conectan las casas de los habitantes de la tierra.
En algunos lugares son como antes
y plantan el fruto con sus propias manos
y las comadres empolleradas
avisan a los críos que está la comida.
Entre las cintas de asfalto se elevan cajas
de hombres y mujeres y niños y mascotas
todos con servicios privados de salud.
Los cementerios se hinchan de huesos
y las discotecas ensordecen hasta el amanecer.
Cantan las cuerdas de un piano eléctrico
y entona alto la voz de un niño:
es la cimiente del arte al oído.
Mientras todavía queda el relinchar dolorido
del potro herido por la punta de la espuela.
Cicatriza el desierto cráteres de bomba,
corren médicos del mundo tras los heridos
pero la tragedia tiene poco espacio
entre tanta novedad que abarrota
los medios en hd.
¡Qué suerte nacer en este tiempo!
Tiempo en el que la esperanza es lo mismo que el miedo.
Donde los pobres pueden ser ricos
y los ricos pueden ser.
Qué feliz el hecho de vivir pensando
en el tirón de oreja de la maestra preescolar
en la legalización del deseo y la prohibición de la represión,
mientras los liceos son guarderías
y las cárceles, conservatorios.
Las madres del mundo son tan distintas
que ningún hijo tiene aquél parecido
que las madrinas pellizcaban con los dedos en los cachetes.
Y nos queda
un tiempo presente pluscuamperfecto
que nunca se detiene
y que a cada momento es pasado constante
en la memoria del olvido.
Comentarios
Publicar un comentario